En la terminal de Retiro
una gran cantidad de personas en situación de calle recibe alimentos y una
porción de ayuda espiritual.
Por: Milcar Paredes
Por: Milcar Paredes
Retiro, es el punto
de encuentro para llegar o salir de de Buenos
Aires, en autobús. Es un lugar que todos
los que viven en esta ciudad conocen muy bien. Para algunos fue la puerta de entrada a sus
sueños y a nuevas oportunidades, en cambio para otros, un modo de vida del cual no fue lo que esperaban.
En esta situación,
de encontrarse con una vida diferente a lo que uno tenían pensado, las esperezas
y las fuerzas de algunos se fueron
menguando, casi hasta transformarse en
seres oscuros, que perdieron su luz a
tal punto de que se les apago el brillo propio de sus ojos. De tal modo de llegar a una circunstancia que,
en algún momento – Que no se sabe cuándo, cómo ni donde- Se trasformaron es seres invisibles, para una
gran mayoría, en la ciudad de las luces.
Son
las veintidós horas de un domingo de Marzo, cuando el verano comienza a
retirarse de Buenos Aires. Una gran cantidad de personas descienden de los
micros que llegan de diferentes lugares de nuestro país, Argentina. Es lógico
son los últimos días de vacaciones y al día siguiente se deben reincorporar a su
trabajo y continuar con la rutina habitual
de todo el año.
En un lugar muy
cercano de allí, donde la gente apurada, porque va o vuelve de sus vacaciones u
asuntos de negocios, no ve. Allí debajo
del puente cinco de la terminal de ómnibus, hay otras personas que esperan, pero no esperan a un familiar que vuelva de
viaje. Si no, que están esperado a Eugenia
y a los voluntarios, del “El
Arte de Vivir”.
Eugenia
y varios jóvenes, con un mismo sentir, conformaron “Manos que Ayudan” este
grupo en donde ellos mismos llevan a cabo la tarea de acercarles una ración de comida para el cuerpo y alimento para el alma,
a toda esa gente que se encuentra en
situación de calle. Tres veces por semana,
los martes, jueves y domingos, desde todos los rincones de Retiro se
acercan a este encuentro.
Eugenia se define como una persona zapatera de profesión y cordobesa de
nacimiento, que después de sus labores diarias, se hace un tiempo para poder ayudar
a toda esta gente compartiendo un momento cálido y acercándoles una enseñanza y el arte de meditar.
Comenta que la
oportunidad de trasmitir una herramienta como la meditación los ayuda a frenar la mente por unos minutos
y tomar contacto con ellos mismos y sentirse como parte de un todo. Es
sorprendente ver la recepción y la importancia, que le dan los concurrentes al
hecho de que alguien los mire a los ojos y los vea como personas.
Personas que, a
diferencia de otras, solo tuvieron la poca fortuna, de no encontrar en Buenos
Aires, esa vida que vinieron a buscar. Ellos están ahí mucho no los ven, pero
están ahí.